La pandemia ha tomado al mundo por sorpresa. Su rápida velocidad de propagación ha asombrado a los profesionales de la salud, mientras el índice de contagios crece a cifras exorbitantes y el número de centros para la atención de dichos pacientes se vuelve insuficiente.
Mientras todos observábamos el avance del COVID19, sin saber cómo proceder frente a su contagioso comportamiento, en Wuhan, China, ciudad donde se registraron los primeros casos de la enfermedad, se llevaba a cabo un plan para controlar la pandemia que parecía desafiar los procesos de planificación, diseño y ejecución de no uno, sino dos hospitales que pudieran atender a cada ciudadano con síntomas o sospechas de COVID19, con las características y medidas de seguridad e higiene suficientes para garantizar su funcionamiento, aún en el peor de los escenarios, a modo de poder frenar la propagación del virus.
Huoshenshan y Leishenshan
El 23 de enero de este año, a solo días de haberse declarado la epidemia en China, las autoridades anunciaban la creación de dos nuevos centros de atención médica que antes de lo pensado por el resto del mundo estaría en funcionamiento. Se trataba de los hospitales Huoshenshan y Leishenshan, ambos levantados en tiempo record, en las afueras de la ciudad de Wuhan, lugar dónde se originó la pandemia mundial.
Huoshenshan y Leishenshan fueron construidos velozmente empleando un sistema modular que permite el rápido ensamblaje de la estructura y, por tanto, permitiendo el cumplimiento de la meta planteada por las autoridades chinas. Sin embargo, no ha sido únicamente este sistema lo que ha permitido llegar a esta meta. Para construir estas descomunales obras en tan poco tiempo fue necesaria la utilización de decenas de grúas, cerca de 800 máquinas operadas al mismo tiempo y, quizá lo más importante, el trabajo continuo de miles de hombres cuyas jornadas, en muchos casos, solo permitían 4 horas de descanso diarias desde el inicio de la obra hasta la fecha de su culminación.
Se estima que la construcción de un solo centro de atención médica de estas magnitudes, en condiciones normales, podría tardar alrededor de unos seis años, entre evaluación de las necesidades epidemiológicas en la zona, planificación y diseño de la obra y finalmente su ejecución.
Pero China no estaba en posición de seguir tal logística, dadas las características de la pandemia que urgían al país a actuar velozmente. Aunque en el 2003 China se vio forzada a construir un edificio para atender a los pacientes contagiados por el brote de SARS, el alto índice de contagio del COVID19 los desafió a dar una respuesta que se ajustara a las aún más extremas medidas requeridas para enfrentar esta pandemia. Fue necesario mancomunar los esfuerzos, intelectuales, físicos y emocionales para llevar a cabo un plan urgente con el objetivo de salvar vidas y controlar la amenaza de la enfermedad.
El hospital Huoshenshan, el primero en terminarse, posee un área de 25.000 M2 y su construcción tuvo una duración de 10 días, que inició el pasado veintitrés de enero y concluyó el domingo dos de febrero. Este recinto tiene una capacidad de 1.000 camas y en él prestan sus servicios alrededor de 1.400 empleados.
El segundo centro médico, el Leishenshan Hospital, se ubica a orillas del río Yangtze en Wuhan y fue terminado el cinco de febrero, tres días después que el primero. Este complejo hospitalario tiene una capacidad superior de 1.600 camas, y fue levantado en tan solo 12 días.
Ambos edificios poseen aspectos similares y destacan en ellos la funcionalidad. No son visibles los elementos ornamentales, pues todo el diseño estuvo enfocado en la practicidad y perfecto funcionamiento de los protocolos médicos. En cambio destacan las zonificaciones del espacio, en los que se atienden o ingresan los pacientes, según el estatus y peligrosidad de los casos, de modo que los pacientes que ingresan sin ser diagnosticados, pero con un alto índice de probabilidades de dar positivo, tienen un área separada de aquellos que ya están diagnosticados y siendo tratados.
En las fotos aéreas tomadas a la instalación durante la construcción, se distinguen las alas rectangulares proyectadas a partir de un eje central, separadas unas de otras. También se aprecian otras pequeñas estructuras que parecen estar desconectadas del resto del hospital. Las zonas de sanitización y esterilización dividen las áreas de atención y diagnóstico del comando operativo del hospital, pues el diseño del edificio responde a las medidas de aislamiento exigidas para evitar la contaminación cruzada.
El método
El método utilizado, sin embargo, no es del todo una novedad. Hablamos de un sistema modular que permite el rápido ensamblaje de las paredes, puertas y ventanas, ya implementado en otras latitudes del planeta: una técnica que se basa en la industrialización y la fabricación, antes empleada en el mundo occidental, como en la refundación de Europa durante los años sesenta y setenta, tras la Segunda Guerra Mundial; es también el sistema empleado por el ejército para la construcción de hospitales militares y de campaña como los de ACNUR.
La invención de un sistema de ensamblaje basado en estructuras de acero, redujo significativamente el tiempo de construcción de un edificio, a partir del siglo XIX, en comparación con los tradicionales métodos empleados hasta esa fecha. La practicidad y versatilidad de este nuevo método, probado por la industria de la construcción, ofreció la oportunidad de producir y de crecer más en mucho menos tiempo.
Esa tendencia destacó de manera especial en la construcción de grandes e impactantes instalaciones erigidas en exposiciones universales en las que las obras eran armadas en tiempo record, a partir de piezas prefabricadas, como son los casos del Palacio de Cristal de Paxton en Londres y de la torre Eiffel, cuyo ingeniero, Alexandre Gustave Eiffel, es considerado como el inventor del método de construcción por ensamblaje de piezas prefabricadas de gran precisión.
La rapidez ha sido una constante en la idiosincrasia de los Estados Unidos. A comienzos del siglo XX, la antigua técnica basada en armazones con vigas de madera empezó a ser desplazada por un método que consistía en la construcción con base en piezas prefabricadas, principalmente en proyectos de edificios de oficinas, permitiendo así que la nueva filosofía de la construcción planteada por Europa permeara en su estilo arquitectónico, dándole inicio a lo que se considera el nacimiento de la arquitectura moderna. Esta técnica de construcción basada en piezas prefabricadas dio pie a la reconstrucción europea posterior a la Segunda Guerra Mundial.
A pesar de que la técnica de construcción modular no es nueva, el tiempo que tomó levantar dos centros de atención médica, en medio de la pandemia, es algo que merece especial atención. Lo verdaderamente asombroso del proceso de construcción de estos colosos chinos ha sido su capacidad de organización, coordinación y el esfuerzo humano que permitieron dotar a la ciudad de Wuhan con dos centros para la atención médica de tales dimensiones tan brevemente.
El COVID19 ha demandado cambios urgentes en el diseño y la construcción de hospitales que favorezcan la atención de pacientes en situaciones pandémicas de un modo más eficaz, que nos permita aprovechar el tiempo en las etapas tempranas de la enfermedad.
La pandemia nos hace replantearnos el diseño de los espacios de atención médica que durante esta contingencia han demostrado no ser suficientes y no contar con la distribución apropiada para la atención de enfermedades altamente contagiosas.
La modernidad es más que la velocidad con la que construimos, es la eficacia con la que nos preparamos para enfrentar dificultades futuras, basados en nuestro presente que puede repetirse y se repetirá cuando menos lo esperemos.