Arquitectura ‘ecofriendly’

Arquitectura ecofriendly

En el ejercicio de imaginar escenarios que nos brinden paz y nos hagan sentir saludables, la mayoría coincidimos en espacios donde prevalece la naturaleza, alejados del ruido, la contaminación, la prisa y la muchedumbre. En nuestra búsqueda por el espacio ideal, sentimos predilección por los entornos que favorecen la vida sana y tranquila.

Las ciudades son cada vez más densas y sus habitantes se sienten cada vez más atraídos a la idea de migrar hacia zonas menos congestionadas, con mayor vegetación, paisajes más despejados, pero con rápido acceso a las metrópolis. En ese éxodo, y sin los procedimientos adecuados, los nuevos destinos pueden verse amenazados por las malas prácticas constructivas, indiferentes al deterioro del medio ambiente.

La cuestionada intervención de espacios naturales

Ante la aparición de un nuevo proyecto arquitectónico, es frecuente que las empresas de arquitectura y constructoras sean blanco de señalamientos de destrucción del patrimonio natural y, aunque en muchos casos la modificación desordenada de los espacios naturales les dé la razón, no toda intervención del entorno es signo inequívoco de devastación. 

Las ciudades que crecen de forma no planificada atentan contra el ambiente y pueden llegar a deteriorarlo de modos irreversibles, dañando sus suelos, generando más contaminación, mermando las reservas de recursos con los que cuenta el entorno y cambiando la dinámica de un sistema que, por ser natural, ya era perfecto.

El crecimiento demográfico acelerado ha obligado a la población a concentrarse como sociedades alrededor de fuentes de trabajo para subsistir. Así, vemos como la mayoría de las ciudades se formaron cerca de costas, por su actividad portuaria; alrededor de minas, por la extracción de minerales; pozos petroleros o zonas de alto atractivo turístico, pero siempre en torno a una oportunidad económica cuya actividad suele ser una amenaza potencial para el medio ambiente. Luego, con un capital y ya agobiados por la ciudad y su ritmo acelerado, nos procuramos un lugar para el descanso, una casa de campo bendecida por la desinteresada generosidad de la naturaleza, impactando doblemente en el ecosistema.

Gradualmente más personas harán necesarias más viviendas y recursos de la tierra para su supervivencia y, aunque es poco lo que podemos hacer para frenar la explosión demográfica, la arquitectura tiene alternativas que pueden, responsablemente, reducir en el impacto que ocasiona la intervención del medio ambiente con fines constructivos en favor de la sociedad.

Se suele satanizar la modificación de los espacios naturales, bajo el argumento de su destrucción, sin embargo, muchas de estas intervenciones de la arquitectura, además de buscar proteger estos entornos mediante el uso responsable y sustentable de sus recursos disponibles, también procura sensibilizarnos sobre la importancia de su cuidado, mediante el propio contacto.

“La arquitectura produce realidades, modifica espacios y crea hitos que prevalecen con el correr de los años. Creemos que, además, en el espectro dentro del cual la arquitectura actúa, el diseño de conductas es de las propiedades más importantes, menos exploradas y de las cuales podemos valernos para generar sociedades más felices, sanas y funcionales”. 

Arquitectura y diseño de conductas.

La arquitectura debe promover no solo la simbiosis entre el individuo y la construcción, sino, además, un vínculo entre ambos y el entorno para que garantice el bienestar de los suelos y la disponibilidad de sus recursos a las comunidades presentes y futuras.

Construir un edificio de espaldas a su entorno es descontextualizar la obra, menospreciar su riqueza, es el resultado de una práctica indiferente con el espacio que transforma.

La arquitectura ecoamigable

La respuesta a la arquitectura indiferente es la arquitectura amigable y responsable en su ejercicio con el medio ambiente.

La arquitectura ecofriendly combina la arquitectura tradicional y las mejores prácticas para proteger el medio ambiente, valorando los suelos y la eficiencia de los materiales, los procesos de construcción, el impacto de la obra en el entorno desde su construcción hasta su posible futura demolición.

Bajo esas premisas, la arquitectura verde construye infraestructuras teniendo en cuenta las características del espacio en el que se inserta, cuidando reducir al mínimo posible su  huella en el entorno y aprovechando sus recursos para la construcción y para el funcionamiento armónico de la estructura, evitando introducir materiales y especies que puedan alterar el ecosistema, perjudicando la vida preexistente del lugar.

En la primera mitad del siglo XX ya la arquitectura mostraba su preocupación por la intervención de la naturaleza, con representantes como Frank Lloyd Wright, con su Casa de la Cascada como más destacado referente, y Didi Contractor, cuyo afecto y esmero por la conservación de la naturaleza fue retratado en el documental ‘Marrying the Earth to the building’, en el que la arquitecta expone su interés por los materiales locales para la construcción y el paisajismo como conector entre la obra y el entorno.

La urgencia en la que nos pone el cambio climático nos obliga a retomar el ejercicio de la arquitectura ecoamigable con mayor compromiso y coherencia, para alcanzar resultados positivos cuantificables en el medio ambiente y dibujar un panorama más esperanzador.

Los principios que la arquitectura propone para un ejercicio responsable que frene el deterioro de los espacios naturales son estos:

  1. Examinar la idoneidad de la ubicación, determinada por la evaluación de aspectos como la topografía, la estabilidad del terreno y el acceso a redes de servicios.
  2. Apuntar a la integración con el entorno, tomando en cuenta el agua, los suelos, la flora, fauna, paisaje y los aspectos socioculturales propios de la zona.
  3. Tomar en cuenta las condiciones bioclimáticas: recorrido del sol, velocidad del viento, temperatura, humedad y pluviosidad característicos del lugar.
  4. Diseñar considerando los recursos locales disponibles: materiales potencialmente útiles para la construcción que respondan a las necesidades estéticas del proyecto.
  5. Emplear tecnologías con reducida emisión de CO2 a lo largo de las diferentes etapas y ciclo de vida del proyecto: extracción de materias primas, su trasporte, preparación, construcción, reutilización, reciclaje y demolición.
  6. Usar sistemas energéticos alternativos que busquen reducir el gasto económico y el impacto del proyecto en el ecosistema.
  7. Fomentar procesos de reciclaje y reutilización de residuos de la construcción.
  8. Reducir los procesos constructivos que producen residuos de forma masiva y gestionar adecuadamente los escombros y desperdicios generados.
  9. Diseñar con base a la morfología del terreno, para garantizar la seguridad de los futuros usuarios y reducir las amenazas naturales.

Ejemplos paisas

Estos son algunos ejemplos locales que buscan inspirar una arquitectura responsable y en armonía con el medio ambiente:

Orquideorama

Foto cortesía de Magdalena E. Rodriguez – @vandrady

El diseño autónomo de la naturaleza y la arquitectura hacen simbiosis para dar origen a una de las construcciones más emblemáticas de la capital antioqueña: El Orquideorama José Jerónimo Triana, del Jardín Botánico de Medellín.

Se trata de un proyecto de 4.200 metros cuadrados ubicado en el Jardín Botánico de Medellín, con el que Felipe Mesa y Alejandro Bernal, del Grupo Plan B, y Camilo Restrepo y J. Restrepo, de JPRCR, participaron en un concurso que buscaba crear un espacio público en Medellín que se convirtiera en ícono de la ciudad y que hoy es usado además como recinto de mariposas, flores, jardines y pájaros.

Envuelto en medio de una importante reserva de especies de árboles y plantas nativas, el diseño flexible basado en las formas hexagonales que configuran los panales de abejas involucra al usuario, invitándolo a transitar por su interior  y fomentando la comunicación con las especies naturales preservadas y expuestas en su entorno.

La estructura del Orquideorama se encuentra soportada por troncos huecos que se mimetizan con la vegetación boscosa de la reserva natural sobre la que se encuentra. Su cubierta emplea tejas metálicas y de policarbonato que permiten la utilización del agua de lluvia en el riego de sus jardines interiores. Para el revestimiento de la edificación se utilizó madera de pino proveniente de cultivos reforestados.

Este proyecto, símbolo de renovación del Jardín Botánico de Medellín y de la propia ciudad, recibió el premio de arquitectura Lápiz de Acero y Lápiz de Acero Azul como reconocimiento a la innovación en 2007.

Complejo Ruta N

Foto cortesía de Ruta N.

Símbolo de arquitectura moderna e innovación, el Complejo Ruta N, ubicado en el norte de Medellín, se convirtió en 2014 en el primer edificio en Colombia en recibir la certificación LEED (​​Leadership in Energy & Environmental Design), por su compromiso con el medio ambiente.

Se trata de un edificio público, de 32.000 metros cuadrados y tres torres en armonía con el entorno, que funciona desde 2012 como centro de innovación y de nuevos negocios de la Alcaldía de Medellín, diseñado por los arquitectos Alejandro Echeverri y Emerson Marín.

Dispuestos en forma de U, sus tres principales módulos confluyen en un patio central, un jardín tropical que emula al bosque cercano del campus de la Universidad de Antioquia. Cada uno de los edificios que conforman Ruta N han sido diseñados para aprovechar la luz, mediante una cubierta de paneles que permiten controlar la entrada adecuada de luz, de acuerdo a la hora del día.

Su fachada flotante resalta como principal elemento de su arquitectura sostenible, la cual permite la recirculación del aire y favorece el ambiente fresco hacia su interior. El sistema de aire acondicionado de la primera torre extrae aire frío del edificio y lo pone a circular por todo su interior hasta hacerlo salir por la terraza. Las aguas de lluvia son almacenadas en tanques especiales y recicladas en el funcionamiento de sanitarios y en el riego de los jardines del edificio.

Ruta N, no solo ha sido clave en la renovación urbana de Medellín, sino que, como pionera de la arquitectura ecofriendly, señala el camino hacia la construcción de una ciudad con espacios que beneficien a sus usuarios y al mismo tiempo cuiden el medio ambiente.

Edificio Montaña Arriba, un ejemplo paisa

Proyecto Montaña Arriba. Render @Ruptiva

La arquitectura colombiana ha mostrado su interés por la conservación de los espacios naturales que interviene, buscando reducir al mínimo posible, mediante el ejercicio ético y responsable, la profunda huella que la construcción puede dejar en el planeta.

Montaña Arriba, un edificio residencial ubicado en el corazón de Medellín, diseñado por la Oficina ALH – Taller de Arquitectura, se erige como ejemplo de construcción amigable con el entorno, al combinar, de manera armónica, modernidad, funcionalidad y respeto por la naturaleza, resultando en un condominio de atmósfera única, únicamente posible gracias a la incorporación del paisaje y su vegetación a los pilares sobre los que se sostiene su diseño.

En Montaña Arriba lo verde permea el edificio, a través de amplísimos balcones y ventanales alrededor de todo el edificio, hasta conquistar el interior de los apartamentos. Aquí la vegetación sustituye en muchos casos la opacidad de las paredes para resguardar la intimidad de sus residentes, tanto en espacios sociales como en áreas más privadas como las habitaciones y los baños, proveyendo al diseño de una estética que busca transmitir la belleza de la naturaleza y estrechar los vínculos con ella en un acto de confianza, y transformándolo en un recordatorio vivo de la responsabilidad que la arquitectura tiene sobre los espacios naturales en los que opera.

Dotado de losas que facilitan el ingreso de la vegetación y amplios ventanales que convierten cada piso en un jardín habitable, el edificio expone a sus residentes y visitantes a la convivencia con la naturaleza para mostrarnos formas respetuosas y amigables de relacionarnos con el ambiente. 

El crecimiento de las ciudades es cada vez más acelerado, lo que hace más urgente un plan que garantice la preservación de los espacios naturales, sin el cual tendremos ciudades más grandes con menor calidad de vida, pues los recursos serán progresivamente más escasos.

La arquitectura tiene en sus manos la oportunidad de ayudar a proteger los espacios naturales, mediante una intervención planificada y responsable que ayude a fomentar el cuidado y el respeto por la naturaleza y los recursos que de ella obtenemos.

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